¿Qué se debe hacer para evitar que vuelva a ocurrir?
Un año de la DANA: lecciones aprendidas. La responsable de emergencias de Acción contra el Hambre comparte los cuatro pilares básicos para reducir el impacto de desastres como el vivido en Valencia
- Acción contra el Hambre fue una de las primeras organizaciones en desplegarse en la zona cero tras la DANA.
- Un año después, la organización sigue trabajando en la zona y alerta: “Esto puede volver a pasar”.
Hace justo un año, la DANA que azotó la Comunidad Valenciana dejó una huella devastadora: 229 personas fallecidas, 75 municipios gravemente afectados, 850.000 personas damnificadas y pérdidas económicas multimillonarias. Fue también la primera vez que el equipo de emergencias de Acción contra el Hambre tuvo que desplegarse en territorio español.
“He participado en más de 30 emergencias humanitarias en todo el mundo, la mayoría provocadas por desastres naturales como terremotos, huracanes o inundaciones. Mucho de lo que aprendimos en esos contextos lo hemos podido aplicar en esta emergencia. Fuimos una de las primeras organizaciones en llegar a la zona cero y, un año después, seguimos allí”, recuerda la responsable del equipo de emergencias de la organización.
Acción contra el Hambre ha publicado un informe detallado sobre su intervención en la emergencia de la DANA, pero hoy lanza una reflexión más urgente: ¿qué puede hacerse para evitar que algo así vuelva a ocurrir?
Los sistemas de alerta temprana salvan vidas
Acción contra el Hambre recuerda que, según Naciones Unidas, los sistemas de alerta temprana (SATs) pueden reducir hasta en un 30% el impacto de fenómenos extremos. Por eso, Naciones Unidas ha fijado el objetivo de que en 2027 todas las personas del planeta estén protegidas mediante sistemas eficaces de alerta temprana. La inversión prevista es de 3.100 millones de dólares en cinco años, lo que equivale a apenas 50 céntimos por persona y año.
Acción contra el Hambre cuenta con una amplia trayectoria en preparación ante desastres y SATs, desarrollada a través de 30 años de trabajo conjunto con comunidades e instituciones locales en decenas de países. La organización ha implementado múltiples proyectos orientados a fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad frente a amenazas naturales y climáticas. Entre sus experiencias más destacadas se encuentra el Pastoral Early Warning System (PEWS), operativo en el Sahel desde 2007, con el fin de anticipar déficits de agua y pastos, emitir alertas y movilizar recursos antes de que las sequías afecten gravemente a las familias ganaderas y a la infancia expuesta a la desnutrición.
En Guatemala, la organización ha colaborado con empresas privadas, comunidades e instituciones públicas en la puesta en marcha de un sistema de monitoreo y alerta frente a inundaciones en la cuenca del río Achiguate, con estaciones hidrométricas automáticas, modelación hidráulica y análisis en tiempo real que facilitan evacuaciones preventivas.
Esta experiencia acumulada en contextos de alta vulnerabilidad como Filipinas, Malí, Guatemala u Honduras ha fortalecido la capacidad de Acción contra el Hambre para responder con rapidez y eficacia ante emergencias, como lo demostró su despliegue inmediato tras las inundaciones de l’Horta Sud (Valencia).
Los cuatro pilares clave
Basándose en estas experiencias internacionales y en lo vivido en Valencia, Acción contra el Hambre identifica cuatro pilares clave que deben considerarse y mejorar para lograr sistemas de alerta eficaces:
1. Comprender los riesgos. No basta con saber que puede llover: hay que saber dónde, cómo y a quién afecta más. Esto implica actualizar mapas de inundación, usar índices de vulnerabilidad que incluyan factores sociales y económicos, y reforzar la colaboración entre instituciones, en especial aquellas de carácter científico y académico. “Los escenarios de riesgo deben actualizarse de manera periódica, y ser comprensibles para autoridades y ciudadanía”, subraya la responsable de emergencias de Acción contra el Hambre.
2. Monitoreo y predicción. Mayor y mejor distribución de sensores de caudales y altura de agua, modelos de pronóstico, inteligencia artificial y herramientas de geolocalización en tiempo real de las llamadas de emergencias son clave. “La DANA nos enseñó que las alertas tempranas salvan vidas, pero solo si detrás hay un proceso claro: quién monitorea, con qué frecuencia, qué indicadores se usan y qué umbrales activan una acción”, apunta Noelia Monge. Es importante implementar un intercambio de datos mucho más ágil entre AEMET, Confederaciones Hidrográficas, Protección Civil y municipios, además de fomentar entre la ciudadanía una cultura de seguimiento directo de indicadores de riesgo a través de fuentes de información rigurosas y actualizadas permanentemente.
3. Difusión y comunicación. Se necesitan protocolos que distingan avisos meteorológicos de alertas de emergencia, mensajes progresivos y el uso de múltiples canales: SMS, radio, redes sociales, incluso avisos puerta a puerta. La responsable de emergencias de Acción contra el Hambre añade: “de la DANA aprendimos también que cada alerta debe ir acompañada de pautas prácticas: qué hacer, dónde refugiarse, qué ruta tomar. Realizar campañas educativas y simulacros periódicos con población, escuelas y empresas. Capacitar a autoridades locales y cuerpos de emergencia en interpretación de alertas”.
4. Preparación y respuesta. Por último, tener protocolos claros por fases —qué hacemos en las primeras 24, 48 o 72 horas—contar con unidades municipales de emergencia y coordinarse entre instituciones y con el sector privado marca la diferencia en el terreno. Noelia Monge comenta: “de la DANA nos quedó una enseñanza muy concreta: la coordinación es determinante. Cuando los roles y recursos están definidos, la respuesta es más rápida y más eficaz”.
Prepararse es una manera de responder
Acción contra el Hambre insiste en que la preparación no es un lujo, sino una necesidad. Y resume así las lecciones de la DANA vinculadas a los cuatro pilares:
- Prepararse es responder con mapas claros, diagnósticos completos y escenarios realistas.
- Las alertas deben ser claras y prácticas: no solo avisos, también instrucciones y deben acompañarse por simulacros periódicos que involucren de forma general a la ciudadanía.
- La coordinación lo cambia todo: protocolos definidos, unidades locales y colaboración público-privada.