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La refugiada siria Zahra con su hija Cyla en su pequeño hogar en Nabaa, Beirut. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre.
La refugiada siria Zahra con su hija Cyla en su pequeño hogar en Nabaa, Beirut. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre.

El acceso a alimentación de calidad se convierte en un lujo en el Líbano

Actualidad
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Cada vez más familias se ven obligadas a saltarse comidas y renunciar a alimentos de primera necesidad, aumentando así el riesgo de malnutrición, especialmente en niños, ante las múltiples crisis que continúan disparando los precios de los productos.
Por Carmen Moreno Millán - Técnica en comunicación e incidencia política – Acción Contra el Hambre Líbano 

 

Beirut, Líbano – Zahra*, joven refugiada siria, nos recibe en el minúsculo apartamento en el que vive con su bebé y su marido en Bourj Hammoud, uno de los barrios más pobres de la capital libanesa. Al entrar, nos sumimos en una oscuridad absoluta a pesar de ser una mañana muy soleada. No hay ventanas ni ventilación y, como ya es costumbre en el Líbano, tampoco hay electricidad. Al menos, cuentan con un techo, pues según estimaciones de las Naciones Unidas, casi el 60% de los más de 1,5 millones de sirios que residen en el país, viven en tiendas de plástico en pésimas condiciones dentro de campos de refugiados superpoblados.  Aun así, la situación de la familia es muy precaria. Un par de sofás, una mesa, un pequeño armario, dos colchones en el suelo y un antiguo frigorífico medio vacío son sus únicas pertenencias. 

“Antes de la explosión, vivíamos mucho mejor. Antes, mi marido trabajaba en un matadero frente al puerto de Beirut, pero la explosión lo destruyó y su jefe murió. Antes, podíamos comprar comida, pañales y otros productos para mi hija. Ahora apenas podemos comprar para comer…”, lamenta la joven de 29 años. 

La crisis económica y financiera exacerbada por la pandemia y la terrible explosión ocurrida en Beirut el 4 de agosto de 2020 han llevado al que hace no muchos años era considerado como uno de los países más desarrollados de Oriente Medio a un colapso absoluto que ahora está viviendo uno de sus peores momentos.  

Datos oficiales del Gobierno libanés muestran un 1874% de incremento en el precio de los productos alimenticios de diciembre de 2019 a octubre de 2021. Esto, unido a una progresiva retirada de los subsidios y escasez de víveres, ha llevado a gran parte de la población refugiada siria a vivir al borde de la inanición, pues nueve de cada diez familias refugiadas sirias viven en extrema pobreza según la ONU. Además, el Líbano está sufriendo desabastecimiento de la mayoría de los medicamentos, y los que están disponibles han sufrido una subida de precio desorbitada. 

“Tengo un defecto de nacimiento y, desgraciadamente, sólo cuento con un riñón. No puedo encontrar mi medicación desde hace dos meses. Un familiar tuvo que ir a otra ciudad a comprarla para mí debido a la escasez de medicinas por la crisis”, afirma Zahra. 

“Mi única hija también sufre un defecto en la musculatura del corazón. No podemos ir al médico porque es muy caro. Hace dos meses que no llevo a mi hija al médico.” 

 

Casi tres cuartos de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza 

Tras perder a sus padres en un bombardeo en su ciudad natal, Zahra huyó sin mirar atrás y buscó asilo en el Líbano. 

“Llegué al Líbano completamente sola y sufrí muchísimo porque no tenía a nadie aquí. No podía volver porque tampoco me queda nadie allí, y la situación en Siria es demasiado dura. Tuve que vivir en la calle hasta que conocí a mi marido, con el que me casé y tuvimos a nuestra preciosa hija. Ojalá pudiéramos irnos a un país en el que cuiden de nosotros”, explica la joven sin poder contener las lágrimas. 

La situación de la comunidad refugiada, exhausta, tras más de 10 años de huida y búsqueda de asilo, es alarmante. El último estudio publicado por la ONU desvela que la mayoría de la población siria se vea forzada a pedir dinero prestado o a pedir limosna, descuidar su salud, no pagar el alquiler o no enviar a sus hijos al colegio. Además, su situación es especialmente vulnerable debido a las restricciones vigentes en el acceso al mercado laboral libanés para los refugiados, aumentando así el riesgo de explotación infantil y abandono escolar. 

Sin embargo, la comunidad refugiada no es la única que está sufriendo las terribles consecuencias del colapso, pues casi tres cuartos de la población total que reside en el país es incapaz de alcanzar el nivel de vida mínimo establecido, advertía la Comisión Económica y Social para Asia Occidental (CESPAO) en septiembre de 20216. Además, los datos recogidos según el informe de Evaluación de las Necesidades Multisectoriales revelan que 1,3 millones de ciudadanos libaneses sufren de inseguridad alimentaria.  

El empeoramiento de la situación socioeconómica, los continuos cortes de electricidad, junto a la escasez y extrema subida de precio de los carburantes debido a la retirada de los subsidios, casi imposibilitan el acceso y la disponibilidad de alimentos de calidad y en buen estado de conservación.  

Por si esto fuera poco, hasta conseguir agua potable se ha convertido en una tarea muy difícil para muchas familias debido a los altos niveles de contaminación presentes en el agua corriente y los precios, cada vez más desmesurados, del agua embotellada. 

 

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Olivia y su nieta en su casa de Bourj Hammoud, Beirut. Apenas pueden comprar alimentos y productos básicos. Acción contra el Hambre Líbano le ofrece ayuda en efectivo gracias a los fondos de la Embajada de Francia. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre
 Olivia y su nieta en su casa de Bourj Hammoud, Beirut. Apenas pueden comprar alimentos y productos básicos. Acción contra el Hambre Líbano le ofrece ayuda en efectivo gracias a los fondos de la Embajada
de Francia. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre.

 

“No hay dinero para comprar botellas para mis nietos. Sólo podemos comprar agua para la pequeña de 1 año y medio. El resto bebemos agua del grifo que no está limpia y no dejamos de sufrir infecciones estomacales”, afirma Olivia. 

Olivia es una mujer viuda armenio-libanesa de 65 años que también vive en una humilde casa en Bourj Hammoud a cargo de sus seis nietos. Su hijo se encuentra actualmente desaparecido, y la madre de dos de sus nietos, inmigrante filipina, fue deportada hace unos años a su país de origen y también se encuentra en paradero desconocido. Sus dos hijas, que ahora viven con su abuela, no tienen registro de nacimiento ni documento de identidad, por lo que no pueden ir al colegio ni recibir atención médica. 

“Mi marido murió a causa de una enfermedad que infecta y destruye los huesos, y hubo que amputarle la pierna hasta ocho veces. El doctor me dijo que es algo genético y era muy probable que alguno de mis hijos lo heredase. El padre de mis nietas contrajo la enfermedad y una de sus hijas también la tiene. Mi hijo necesitaba 26 inyecciones para paliar los síntomas y tuvo que ser ingresado en el hospital, pero tuvo que comenzar a trabajar como aparcacoches en el aparcamiento del mismo centro para poder costearse el tratamiento. Tras dos años, estaba tan deprimido que un día desapareció y, desde entonces, no sabemos nada de él”, lamenta la mujer. 

Otra de las hijas de Olivia y sus cuatro hijos también comparten vivienda con ella, siendo la joven la principal fuente de ingresos de la familia, aunque éstos no son suficientes para cubrir sus necesidades básicas y frecuentemente tienen que acudir a sus vecinos en busca de ayuda. El deterioro en las condiciones de vida y un desplome de la lira libanesa de más del 92% entre febrero de 2021 y febrero de 2022 han dejado alrededor del 60% de familias del Líbano limitando las porciones de comida, y al 41% reduciendo el número de comidas

“Mi hija Ana está divorciada. Tiene cuatro hijos y también cuida a las otras dos huérfanas. Resultó herida a causa de la explosión y tuvo que dejar su empleo hasta verse recuperada. Además, no puede trabajar en cualquier lugar porque no tiene estudios, así que ahora está trabajando como limpiadora y cuidadora de ancianos. Tiene 30 años, está a cargo de seis niños y me ayuda todo lo que puede. Yo también intento sacar algo haciendo prendas de crochet, pero no da para mucho”, cuenta Olivia preocupada. 

 

Siento que estoy en un sueño al ver que alguien está a mi lado apoyándome 

 

Los hogares más vulnerables continúan luchando a diario por mantener el acceso a comida, agua, techo, asistencia médica y educación con cada vez más dificultades. Desde Acción contra el Hambre, intentamos apoyar al máximo número de población viviendo en condiciones indignas a través de diversas iniciativas. Con nuestro programa de ayuda económica mensual a corto plazo, ayudamos a las familias más vulnerables como las de Zahra y Olivia a cubrir sus necesidades más urgentes acorde a cada situación. Al no tratarse de una respuesta estandarizada y limitada a la distribución de un tipo de producto específico—como en el caso de los kits de alimentación o los cupones canjeables por comida que funcionan con ciertos proveedores seleccionados-, la ayuda económica permite elegir a los participantes aquello que desean comprar y hacer uso de ésta para pagar servicios y otras necesidades no alimentarias. Gracias a ella, Zahra ha podido comprar algunos muebles para su apartamento. 

“Me ayuda en muchos aspectos. Por ejemplo, he comprado un armario, pues antes guardábamos nuestra ropa en cajas de cartón. Antes nos sentábamos en el suelo y ahora he podido comprar sofás. También he comenzado a llenar mi nevera. Cuando recibí el dinero por primera vez estaba tan feliz que comencé a llorar porque antes no tenía suficiente comida en la nevera ni pañales para mi bebé, ni siquiera pan… tenía que recurrir siempre a mis vecinos. Sin esta ayuda, probablemente estaríamos viviendo en la calle”. 

 

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Olivia es una mujer libanesa muy vulnerable que vive en condiciones precarias en Bourj Hammoud, Beirut. Apenas puede mantenerse a ella misma y a su familia, por lo que Acción contra el Hambre Líbano la apoya con ayuda en efectivo gracias a los fondos de la Embajada de Francia. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre.

Olivia es una mujer libanesa muy vulnerable que vive en condiciones precarias en Bourj Hammoud, Beirut. Apenas puede mantenerse a ella misma y a su familia, por lo que Acción contra el Hambre Líbano la apoya con ayuda en efectivo gracias a los fondos de la Embajada de Francia. Créditos: Carmen Moreno/Acción contra el Hambre.

 

Olivia también se beneficia de la ayuda económica mensual y asegura que, sin ella, no sería capaz de comprar los productos necesarios para la correcta alimentación de sus seis nietos.
“Cada día 27 o 28 de cada mes, mis nietas me preguntan sobre la ayuda porque ya saben cuándo llega, y la están esperando con ansia porque, en cuanto la recibimos, voy inmediatamente a comprar pollo y carne, y es el único momento del mes en el que podemos comer algo especial”, confiesa. 

La última encuesta publicada por el Sector de Nutrición en el Líbano, liderada por UNICEF junto a Acción contra el Hambre, revela que alrededor de 200 000 niños por debajo de los cinco años sufren de alguna forma de malnutrición. Éstas incluyen anemia, retraso en el crecimiento y emaciación o adelgazamiento visible, las cuales les generarán trágicas consecuencias de por vida e incluso de forma transgeneracional. Es muy probable que estas cifras aumenten considerablemente si no se actúa rápidamente. El informe también muestra una tendencia de deterioro respecto al 2012 en los índices de anemia en mujeres y la práctica de la lactancia materna exclusiva (LME), así como en el retraso en el crecimiento de los más pequeños en el caso de la población refugiada. 

Si bien la ayuda económica ha resultado un éxito, permitiendo a las familias asistidas acceder a una dieta adecuada, diversa y rica en nutrientes, ésta es una solución a corto plazo que no es sostenible. Se necesita con urgencia un enfoque multisectorial preventivo. Éste podría aumentar las probabilidades de supervivencia de la población infantil. Aunque desde Acción Contra el Hambre—y la respuesta humanitaria en general— continuamos multiplicando nuestros esfuerzos, las necesidades son cada vez más preocupantes y el declive del país, gradual e incesante. Miles de familias que nunca se habían tenido que preocupar por poner comida sobre la mesa, de repente se están viendo sumidas en la más absoluta pobreza.  

“Lo único que quiero es que los niños sean felices y coman bien”, concluye Olivia. 

 

* Preferimos no desvelar el nombre real de las entrevistadas y los familiares mencionados para proteger su identidad.

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