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Mother Baby Friendly Spaces - Mujeres con sus hijos - Turquía - Acción contra el Hambre
Espacio seguro y amigable para madres y bebés (Mother Baby Friendly Spaces) en Turquía. Elisa Bernal para Acción contra el Hambre

Día Mundial de la Salud Mental: por qué debemos abordar la salud mental para acabar con el hambre en el mundo

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Escribe Silvia Rodríguez, experta en salud mental y apoyo psicosocial en Acción contra el Hambre

 

Aunque cada vez se habla más públicamente de salud mental, hoy, en su día, quiero compartir una de sus facetas que, aunque no sea evidente para muchos, es cíclica y devastadora: la relación entre el hambre y la salud mental. En mi trabajo en la organización humanitaria Acción contra el Hambre he sido testigo de cómo la falta de alimentos no solo debilita el cuerpo, sino que erosiona el bienestar psicológico y social, creando un círculo vicioso del que es difícil escapar. Este Día Mundial de la Salud Mental debería ser un recordatorio de la importancia de un abordaje psicosocial de la lucha contra el hambre.

El hambre es, en sí misma, una experiencia traumática. Más de 768 millones de personas en todo el mundo viven con la incertidumbre de no saber si podrán comer hoy. Esta tensión constante afecta no solo a su bienestar físico, sino a su capacidad de tomar decisiones, de cuidar de sí mismos y de sus seres queridos. Lo he visto en muchos lugares, desde campos de refugiados hasta comunidades devastadas por catástrofes naturales o conflictos. La angustia psicológica que genera la inseguridad alimentaria -no tener acceso a suficientes alimentos nutritivos- no solo debilita a las personas, sino que es uno de los muros que dificultan romper el ciclo del hambre y la pobreza.

En Acción contra el Hambre, llevamos 40 años trabajando en 50 países, muchos de ellos afectados por guerras, desastres naturales y crisis económicas que amenazan el bienestar psicosocial de individuos, familias y comunidades Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 80% de las personas con condiciones de salud mental viven en países de ingresos bajos y medios, y en esos mismos países es donde el hambre también es más prevalente. Por eso, para nosotros, es necesario trabajar desde un enfoque holístico que incluya la salud física, la nutrición y, por supuesto, la salud mental.

La experiencia traumática del hambre genera cambios psicológicos profundos. He trabajado con madres que, bajo el peso de la ansiedad y la depresión, no pueden cuidar adecuadamente de sus hijos e hijas. Sus síntomas de ansiedad y depresión, exacerbados por la falta de acceso a alimentos, tienen un impacto directo en la nutrición de los más pequeños. Estudios han mostrado que los hijos de madres con depresión tienen entre tres y seis veces más probabilidades de padecer malnutrición aguda. Esto subraya la importancia de intervenir no solo desde una perspectiva nutricional, sino también psicosocial.

En Acción contra el Hambre sabemos que para que una persona supere la malnutrición o logre recuperar su sustento, su salud mental debe ser protegida y fortalecida. Por eso integramos el apoyo psicosocial en todas nuestras intervenciones. Desde los programas de nutrición en América Latina, hasta los de medios de vida en España o Asia, trabajamos en tres frentes: fortalecer el bienestar psicosocial individual, las capacidades de padres, madres y cuidadores para promover un ambiente familiar positivo y las estructuras y capacidades comunidades para promover y proteger la salud mental de sus miembros.

Uno de los principios clave de nuestra forma de trabajar es adaptar nuestras intervenciones a las necesidades y características de cada persona. No es lo mismo cómo experimenta y responde a una crisis una niña de 12 años que una persona mayor de 65, o personas de diferentes culturas. Las herramientas y las necesidades que tiene cada uno para afrontar y recuperarse de estas situaciones son diferentes, y es crucial adaptar nuestra intervención en consecuencia. Además, siempre trabajamos con las comunidades, porque creemos firmemente que ellas no solo son receptoras de ayuda, sino que también tienen el poder de generar entornos de bienestar. Los agentes de salud comunitaria desempeñan un papel clave en este proceso, ayudando a promover y proteger la salud mental de todos los miembros de la comunidad.

Personalmente, he podido ver cómo cuando integramos el apoyo psicosocial en nuestro trabajo, las personas toman conciencia de la importancia que tiene el autocuidado en ellas y sus seres cercanos. Les tranquiliza entender qué es lo que les está pasando, verlo como algo normal bajo esas circunstancias y no sentirse solas en sus reacciones emocionales, pudiendo compartir experiencias con otras personas de su comunidad y aprender de ellas. Esto les da un gran impulso, que sin duda repercute en su manera de enfrentar y recuperarse de la difícil situación en la que se encuentran.

Sabemos que en muchos de los contextos en los que trabajamos, especialmente en mitad de una emergencia, la salud mental no siempre se percibe como una prioridad. Sin embargo, es clave. Un ejemplo claro de cómo integramos la salud mental en nuestras intervenciones es nuestro trabajo en Turquía tras los terremotos de febrero del año pasado: en los espacios seguros y amigables para madres y bebés, o Mother Baby Friendly Spaces, diseñados para fomentar la lactancia y la alimentación complementaria de niños y niñas menores de dos años, donde también fortalecemos la salud mental perinatal. Las madres que participan en el programa reciben asesoramiento y apoyo para gestionar el estrés, la ansiedad y los síntomas de depresión. Sabemos que una madre emocionalmente sana es crucial para el desarrollo saludable de su hijo.

Nos lo cuentan ellas mismas. Por ejemplo, una refugiada siria en uno de los campos para afectados por el terremoto en Turquía nos explicó que ya había tenido que pasar por condiciones durísimas tras huir de la guerra en su país cuando los terremotos les arrebataron, de nuevo, todo lo que tenían. Las actividades de apoyo psicosocial se convirtieron en un refugio que le ayudó a sobrellevar esta pérdida inmensa, proporcionándole herramientas para gestionar sus emociones y poniéndola en contacto con otras madres. El profundo sentido de solidaridad y apoyo que sintió, nos contó, fue crucial cuando todo lo demás se desmoronaba.

Otras mujeres desplazadas en campos por los terremotos contaron a nuestros equipos que pasar un embarazo durante una época tan devastadora fue aterrador y les llenó de preocupaciones: sobre cómo dar a luz, cómo adaptarse a vivir en un campamento con un recién nacido… y que fue el apoyo psicosocial recibido en estos espacios amigables lo que les permitió sobrellevar sus miedos, prepararse para los desafíos de la maternidad y comprender mejor cómo cuidar de sus hijos e hijas.

El hambre es un síntoma de un problema más profundo, que incluye, sin duda, el deterioro de la salud mental. Para romper el ciclo del hambre, debemos abordar tanto las necesidades físicas como las psicológicas de las personas afectadas. En el Día Mundial de la Salud Mental, es crucial que entendamos la salud mental no como un servicio, sino como un derecho para todas las personas, especialmente aquellas que viven en situaciones de extrema vulnerabilidad

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