Personas migrantes en América Latina: desafíos y esperanzas de quienes huyen del hambre y la inseguridad
Puede que algunas personas se pregunten por qué existe un “Día Internacional del Migrante”.
Puede que no comprendan por qué debe haber un día para conmemorar a aquellas personas que “deciden”, por voluntad propia, desplazarse para abandonar sus países de origen.
Sin embargo, debía de haber una razón por la que millones de latinoamericanos migren a otros países. Debe de haber una razón para que una cantidad tan desorbitada de personas decida emprender un viaje que, con toda probabilidad, pondrá en riesgo su vida y la de quienes los acompañan.
Anilith es una de ellas. Doctora especializada en medicina general y obstetricia que trabajaba en una práctica médica en Cuba, su país de origen, contaba con un salario insuficiente para vivir con dignidad. “Nuestro salario supuestamente es uno de los más altos que hay, pero realmente no nos alcanza para nada. Entonces tenemos que salir en busca de algo mejor”, explica.
Anilith no solo no podía trabajar de forma independiente con su marido en Cuba, sino que tampoco estaba en condiciones de ofrecer a sus pacientes los medicamentos que necesitaban debido a la falta de existencias. Por ello, decidió abandonar su país con el objetivo de ejercer como doctora en otro lugar. No viajó sola: lo hizo acompañada de su esposo, su hermano, su cuñada y una bebé de tres meses. Desplazarse en grupo les permitió ayudarse entre todos y poder alcanzar su destino: Estados Unidos.
Pero para lograrlo, tuvieron que superar las numerosas dificultades que la ruta migratoria les obligó a afrontar: cansancio extremo, falta de alimento y agua, condiciones climáticas adversas, riesgo de violencia, dificultades para acceder a atención médica, y lo que es aún peor: una apremiante incertidumbre sobre su destino. Tras días y días sin detenerse, cruzando fronteras de distintos países, Anilith y su familia pasaron la noche en el Centro Temporal de Descanso de Trojes, en Honduras. Allí recibieron refugio y una cena caliente, evitando tener que dormir en la calle. Este alto en el camino les ayudaría a reponerse del cansancio acumulado y recobrar fuerzas para reemprender su marcha, llena de esperanza, hacia un futuro incierto.
“Ojalá pudiera tener toda mi familia ahí (en Estados Unidos) para poder compartir mi sueño con ellos y que me vean triunfar en la vida,” deseaba Anilith.
Sin embargo, otros migrantes como Ángel José y su familia, con los que la ruta migratoria se ha ensañado, tal vez se conformarían con continuar con vida.
Ángel José llegó al punto de atención a migrantes que Acción contra el Hambre tiene en el Centro de El Pescadero, en Honduras, junto a su esposa y sus dos hijos. Llevaban dos meses viajado sin descanso desde Panamá, y pasaron seis días cruzando la temida selva del Darién, donde se quedaron sin comida y agua potable. Cuando por fin consiguieron abandonar la selva, uno de los hijos de Ángel José enfermó, probablemente debido a haber ingerido agua contaminada de los ríos en El Darién, donde se acumulan los cadáveres de otras personas migrantes que perecieron en su búsqueda de una vida mejor.
“Desde que salimos de la selva, el bebé comenzó a evacuar pura diarrea, diarrea, diarrea, vomitaba todo lo que comía… (…) Tiene un año y cuatro meses. Para la edad que tiene, no cuenta con el peso adecuado para él”, explica Ángel José.
Cuando llegaron al Centro El Pescadero, el bebé de Ángel José sufría de desnutrición. Allí el equipo de Acción contra el Hambre atendió al menor, quien recibió los cuidados necesarios para recuperarse. Sin embargo, la débil salud de su hijo hizo que Ángel José decidiera posponer su viaje hacia Estados Unidos, que emprendieron para poder acceder a mejores oportunidades laborales y ofrecer un futuro mejor a sus hijos.
“Mientras que mi bebé esté así no avanzo para ningún lado. (…) Tomé esta decisión porque primero está la vida de mi niño antes que el transcurso de un viaje. Yo no quiero perder a mi bebé. Por lo menos doy gracias por estar aquí, cerca de un hospital, cerca de una organización, y que nos puedan brindar el apoyo y la ayuda a las personas migrantes.”
Para apoyar a personas como Anilith y Ángel José, Acción contra el Hambre trabaja proporcionando asistencia a las personas migrantes en diferentes áreas de América Latina. Esto incluye atención nutricional, acceso a agua segura, refugio, instalaciones de saneamiento e higiene y transferencias monetarias multipropósito.
Las historias de Anilith, Ángel José y sus familias son tan solo un ejemplo de los millones de latinoamericanos que abandonan sus hogares y arriesgan sus vidas para perseguir un futuro digno en otro lugar.
Sus relatos son un recordatorio de por qué existe el Día Internacional del Migrante: para recordarnos que, a pesar de que estas personas “deciden” emprender su camino hacia otro país, en realidad, ninguna de ellas tuvo elección.