Aumenta el edadismo, la discriminación laboral por ser mayor de 45 años
El paro le llegó a María Dolores hace 7 años. “Después de la crisis de 2008, encadené trabajos precarios que no se ajustaban a mi profesión y en los que me pagaban tarde o directamente ni lo hacían”, cuenta esta mujer de 53 años. “He intentado durante este tiempo buscarme la vida como he podido porque no tengo ninguna ayuda y mi pareja también está desempleada y mis padres están enfermos y son mayores”. María Dolores es una de los rostros que sufre discriminación laboral por ser mujer y mayor de 45 años.
A esta discriminación se le conoce como edadismo, una forma de discriminación poco conocida pero que afecta a miles de personas, tanto a jóvenes como a mayores de 45 años, y en especial a las mujeres mayores, como María Dolores, que se enfrentan al doble problema de la exclusión fundamentada en el sexo y en la edad.
Prejuicios y estereotipos
“Estamos viendo en las ofertas de empleo mensajes como ‘absténganse mayores de 45 años’, que es totalmente contrario a la actual legislación europea porque lucha contra esta discriminación laboral”, explica Lorena Hernández, responsable de los programas de inclusión sociolaboral en Acción contra el Hambre. “Las personas discriminadas quedan frecuentemente atrapadas en los peores empleos en los que se les niega toda prestación, protección social, formación profesional, capital, etc.”, dice Hernández.
Más de 1 de cada 3 parados son mayores de 45 años. Estas personas no son contratadas porque carezcan de las aptitudes necesarias para ese puesto de trabajo sino porque existen prejuicios y estereotipos. “Por ejemplo, las empresas tienden a pensar que son personas más rígidas, con menos motivación, que desconocen las herramientas digitales,... Y, de hecho, también hay una creencia extendida de que son quienes solicitan unos salarios más altos pero lo cierto es que si miramos los datos del mercado laboral, los salarios que se les ofrecen son muy parecidos al de los jóvenes”, detalla la experta en empleabilidad.
La mujer, la más discriminada
Las mujeres constituyen claramente el grupo más discriminado. Además del techo de cristal y las diferencias salariales se suma la exclusión por las arrugas y canas. La belleza entra en escena. Y es que el machismo impera en nuestra sociedad, de modo que, para una mujer, envejecer es aún más terrible que para un hombre. Como decía la escritora Susan Sontag de forma irónica: “mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen”.
En nuestros programas de empleo, en el que la mayoría de los participantes son mujeres, mayores de 45 años y que en muchos casos fueron expulsadas del mercado laboral por la crisis del 2008 o para dedicarse al cuidado de sus hijos, padres y abuelos, “son personas con una autoestima baja, que desconfían de ellas mismas y sienten que han perdido su identidad”, explica Hernández. Ahora, cuando quieren reincorporarse, se dan cuenta de que están fuera de juego, que deben reciclarse, autodescubrirse y conocer cómo funciona el actual mercado laboral. Y esto se trabaja en el programa Vives Emplea y Efecto Emplea, que acompaña, impulsa y alienta a estas personas en situación de desempleo a volver a trabajar y a poner en valor su talento senior.
Una construcción social entre todas y todos
Una sociedad que margina y aísla a sus mayores, a la gente de más de 45 años, no tiene en cuenta que España se enfrenta al problema del envejecimiento poblacional, y que será uno de los retos fundamentales de este siglo dar las respuestas adecuadas a esta nueva situación. “La vejez no es una enfermedad sino una fase de la vida, y deberíamos, en consecuencia, ser capaces de construir una sociedad para todas las edades. Todo dependerá de la construcción social que realicemos en torno al envejecimiento”, concluye la brillante psicóloga social Sara Berbel Sánchez.